martes, 14 de enero de 2014

Adriana Celihueta y los datos que no se pueden aportar



Desde hace 27 años, cada 15 de enero escribo sobre la desaparición Adriana Celihueta, en Necochea. En cada oportunidad procuro aportar un granito de arena para que de una vez por todas se conozca la verdad sobre qué pasó con ella.
Esta vez prácticamente no voy a escribir nada. No porque no haya datos para contribuir a esta causa olvidada por casi todos, sino porque ¿a quién le los doy?...  ¿a la Justicia?...  ¿a la Policía?...  ¿a los políticos?... Todos y cada uno de estos ámbitos sólo demostraron la falta de interés por esclarecer el hecho.
Para que prosperen las novedades descubiertas en los últimos dos o tres años, con el aporte de testigos que obviamente no están decididos a dar sus nombres ante ningún organismo, hay que sortear una serie de vericuetos legales que hace imposible desarchivar la causa que está en Tribunales de Mar del Plata. Yo agradezco a quienes contribuyeron con esos “datos”, cuyas identidades nunca serán divulgadas porque más allá de la ética y el secreto profesional, les di mi palabra. Pero, también es real que será mucho más dificultoso romper con esos resortes legales que, hoy por hoy, amparan mucho más al delincuente que a la víctima.
Es cierto que si a estos nuevos aportes, además de un giro periodístico, les diera un sesgo novelesco se podría llegar a estar ante un gran escándalo mediático, describiendo una vez más nombres de conocidos “poderosos”, algún político, varios policías, diversos integrantes del fuero judicial, y ex funcionarios del Estado que, cada tanto cuando recorre bares y se le suele escapar algún “secreto” de aquel 15 de Enero de 1987. Seguramente por estos días cuando se vuelva a hablar de Adriana Celihueta, se agrave su psoriasis. Si, es posible que ello pase.

Pero no voy a escribir porque sería poner en evidencia todo lo nuevo que existe para aportar a la causa, y como no se va a desarchivar, la gran novedad duraría sólo unos días. Aquí lo importante es que aparezcan culpables y que se haga justicia. Además, sigo con la secreta esperanza, de que algunos de estos “arrepentidos” que están aportando lo que dicen saber, se atrevan a firmar. Todo sería más fácil.

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